No debemos insistir en una perfección absoluta del evangelio en nuestros compañeros cristianos por más que luchemos por conseguirla nosotros mismos.
Sería injusto demandar una perfección evangélica antes de que sepamos si una persona es un verdadero cristiano.
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Si pusiéramos una norma de perfección total para los cristianos, no podría existir ninguna iglesia, puesto que todos distamos mucho de ser el cristiano ideal.
La perfección debe ser la meta final a la cual dirigirnos, y el propósito supremo en nuestras vidas. No es justo que hagamos un compromiso con Dios en el que tratemos de cumplir parte de nuestras obligaciones y omitamos otras según nuestro gusto y antojo. Una dualidad de mente está en conflicto con la vida espiritual, puesto que ésta implica una devoción sincera a Dios en la búsqueda de la santidad y la rectitud. Nadie en esta prisión terrenal del cuerpo tiene suficientes fuerzas propias como para seguir adelante con una constante vigilancia y desvelo. Además, la gran mayoría de los cristianos padecen de una debilidad tal, que se desvían o se “detienen” en su progreso espiritual, en consecuencia, avances muy lentos y escasos.
Dejemos que cada uno proceda de acuerdo a la habilidad que le ha sido dada y continúe así el peregrinaje que ha empezado. No hay hombre tan infeliz e inepto que de tanto en tanto no haga un pequeño progreso. No cesemos de hacer todo lo posible para ir incesantemente hacia delante en el camino del Señor; y no desesperemos a causa de lo escaso de nuestros logros. Aunque no lleguemos al nivel espiritual que esperamos o deseamos, nuestra labor no está perdida si es que el día de hoy sobrepasa en calidad espiritual al de ayer.
La única condición para el verdadero progreso espiritual es que permanezcamos sinceros y humildes. Mantengamos en mente nuestra meta final y vayamos hacia ella con toda nuestra voluntad. No caigamos en el orgullo ni nos entreguemos a pasiones pecaminosas. Ejercitémonos con diligencia para alcanzar una norma más alta de santidad, hasta que hayamos llegado a lo mejor de nuestra calidad espiritual, en la que debemos persistir a lo largo de toda nuestra vida. Únicamente lograremos la perfección absoluta cuando, libertados ya de este cuerpo corruptible, seamos admitidos por Dios en Su Presencia Eterna. Ver. Romanos 8:30
No esperemos que llegue final de año, para recién hacer algo con el progreso espirtual, mejor hacer modificaciones hoy en nuestros hábitos, para que al llegar fin de año, veamos cambios.
"No existe otra manera de crecer, si no hay estudio de la Palabra de Dios y oración"
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Si pusiéramos una norma de perfección total para los cristianos, no podría existir ninguna iglesia, puesto que todos distamos mucho de ser el cristiano ideal.
La perfección debe ser la meta final a la cual dirigirnos, y el propósito supremo en nuestras vidas. No es justo que hagamos un compromiso con Dios en el que tratemos de cumplir parte de nuestras obligaciones y omitamos otras según nuestro gusto y antojo. Una dualidad de mente está en conflicto con la vida espiritual, puesto que ésta implica una devoción sincera a Dios en la búsqueda de la santidad y la rectitud. Nadie en esta prisión terrenal del cuerpo tiene suficientes fuerzas propias como para seguir adelante con una constante vigilancia y desvelo. Además, la gran mayoría de los cristianos padecen de una debilidad tal, que se desvían o se “detienen” en su progreso espiritual, en consecuencia, avances muy lentos y escasos.
Dejemos que cada uno proceda de acuerdo a la habilidad que le ha sido dada y continúe así el peregrinaje que ha empezado. No hay hombre tan infeliz e inepto que de tanto en tanto no haga un pequeño progreso. No cesemos de hacer todo lo posible para ir incesantemente hacia delante en el camino del Señor; y no desesperemos a causa de lo escaso de nuestros logros. Aunque no lleguemos al nivel espiritual que esperamos o deseamos, nuestra labor no está perdida si es que el día de hoy sobrepasa en calidad espiritual al de ayer.
La única condición para el verdadero progreso espiritual es que permanezcamos sinceros y humildes. Mantengamos en mente nuestra meta final y vayamos hacia ella con toda nuestra voluntad. No caigamos en el orgullo ni nos entreguemos a pasiones pecaminosas. Ejercitémonos con diligencia para alcanzar una norma más alta de santidad, hasta que hayamos llegado a lo mejor de nuestra calidad espiritual, en la que debemos persistir a lo largo de toda nuestra vida. Únicamente lograremos la perfección absoluta cuando, libertados ya de este cuerpo corruptible, seamos admitidos por Dios en Su Presencia Eterna. Ver. Romanos 8:30
No esperemos que llegue final de año, para recién hacer algo con el progreso espirtual, mejor hacer modificaciones hoy en nuestros hábitos, para que al llegar fin de año, veamos cambios.
"No existe otra manera de crecer, si no hay estudio de la Palabra de Dios y oración"
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